Escribe hoy: Gary Utz (sí, ése Gary)
Estaba viajando y llegué a la
frontera. Estaba por pasar del país donde vivía a un país
limítrofe. Sí, me encontraba cruzando desde Perú hacia Chile. Dos
países que hasta hoy en día están discutiendo sus límites
territoriales luego de la guerra del pacífico.
Mientras mi familia se encontraba
haciendo los trámites para cruzar la frontera pude escuchar una
charla que me llamó la atención. Un hombre le relataba a su amigo
la forma en la que había sido tratado por los agentes de seguridad
del lugar por el hecho de no ser del país. Con palabras agresivas e
hirientes. Parecía que este sujeto había llegado al límite de su
paciencia y su tolerancia.
La palabra límites tiene una multitud
de usos y trasfondos. Ahora ¿Para qué sirven los límites? ¿Son
necesarios estos límites?
Más allá de los límites nacionales,
los límites del respeto, aquellos límites que intentan lograr las
leyes y las autoridades, creo que la palabra límite está asociada a
identidad.
No podría haber un país sin
territorio delimitado, carecería de identidad. La forma en que te
trato y te respeto, habla mucho de mí y de mi salud emocional. La
forma en que cuido mi cuerpo, habla de una identidad y de una
cosmovisión, de una forma especial de ver la vida.
Como cristiano me pregunto, ¿Será que
tengo identidad? ¿Cuáles son mis límites?
Vivimos en el mundo de la libertad.
Casi me atrevo a decir en un mundo donde todo es válido y cada cual
tiene la opción de elegir por sí mismo. Personalmente creo que
esto es ampliamente positivo pero ¿Hasta qué punto?
Escucho las palabras de Jesús
diciendo, “Si me amáis guardad mis mandamientos.” “Amad los
unos a los otros como yo os he amado.” Límites, respeto,
identidad.
Mi libertad me permite elegir quien soy
y quien quiero ser. Hasta donde voy a llegar y que es lo que quiero
lograr. Encuentro en la Palabra de Dios una guía de identidad, que
es un mapa delimitado para poder llegar a destino.
Tengo un origen, una misión para el
hoy y una esperanza en el mañana. Esa es mi identidad, me la dio la
Biblia, me la recomendó el Señor y los límites los pone esa
identidad.
Crucé a Chile, luego llegamos a la
frontera con Argentina, mi documento marcaba que allí ya no era
visita. Algún día llegaré a ese lugar sin fronteras, donde mi
identidad dice, que soy ciudadano por la eternidad.