Para ilustrar mejor a lo que me refiero, narraré sucesos recientes:
Partiré aclarando que estoy en proceso de mudanza, así que necesito desacerme de gran parte de mis poseciones para reducirlas a sólo lo que quepa en 2 maletas, o algo así. Y la mejor forma de desacerme dle excedente es vendiendo, así además de hacerlo desaparecer consigo financiarme algo.
Luego de un analisis rápido de mis poseciones y hacer un listado general de las cosas que interesa verder (partiendo por las más grandes) comencé el proceso de publicitarlas y ofrecerlas. Gracias a Dios tuve la fortuna de en pocos días tener una muy buena acogida y vender el grueso. Entonces, comenzaron los problemas y el estrés: esta última semana que pasó quedaron algunos objetos menos voluminosos que no conseguía vender, y empecé a preocuparme y tratar de flexibilizarme para general una nueva estrategia.
Mis reglas eran simples:
- Los precios estaban fijados en forma bastante justa, así que excepto aguna situación muy particular y justificada no eran negociables.
- Los interesados debáin presentarse en mi casa, cancelar y llevarse lo que les interesara.
Así que el drama se desencadenó el martes en la tarde. La chica que había quedado de ir a ver las ollas no apareció y en cambio me contactó alguien de otra ciudad que dijo que estaba completamente interesada en adquirir las ollas, me dijo que sólo podía pagar un poco menos de lo que pedía y que además no podía venir a retirarlas, pero que las necesitaba mucho
No voy a presumir de ser buena persona, pero intento ser amable. Y algo me hizo reaccionar. Quizás que la señora dijera que las necesitaba, que yo estaba cansada de no concretar la venta (si, hace tiempo sé que tengo poca tolarancia a la frustracion) o que en el fondo no me interesa hacerme millonaria. Y el asunto es que rompí todas las reglas, así una por una incluyendo los corolarios:
- Le hice el descuento aceptando lo que podía pagarme.
- No insistí en que las viniera a ver porque se mostraba completamente interesada en ellas.
- Me ofrecí a encontrarnos en la terminal de buses de su cuidad, porque de todas formas yo tenía que viajar para alla.
Ocurrió lo que tiene que suceder en este tipo de situaciones: apenas llegué a mi casa esa tarde de los tramites que estaba haciendo encontré mensajes de la susodicha persona quejandose de que las ollas estaban en mal estado, sumamente furiosa y reclamando las tragedias del mundo.
Quiero aclarar que no ofrecí productos defectuosos, no tengo tan pocos escrupulos. Simplemente estaban manchadas por el uso, pero no eran manchas de suciedad, sino cambio de color por la temperatura (ya dije que eran de acero del delgado) y una de las ollas tenía las manijas arregladas con masilla. Y Las fotos que puse para ofrecerlas eran del producto real, no el del catalogo de la tienda que las muestran radiantes y nuevas.
Entonces cometí el peor error de todos los cometidos hasta el momento. Como si no hubiera bastado con las incomodidades provocadas por romper las reglas ya establecidas, al intentar solucionar la situación lo empeoré de la peor de las formas posibles: le ofrecí que me las devolviera.
Ya saben, los padres suelen tener la razón... soy una buenuda, de esas con mayusculas.
El desenlace y todo lo demás, lo pondré mañana, que por hoy ya he escrito demasiado...