Ahora sigue lloviendo con el cielo completamente gris y el viendo golpeando los postigos. Estoy tratando de limpiar la otra casa y dejarla compleatmente desocupada, pero la tentación de hacer nada es demasiado fuerte...
A la hora de almuerzo me invitaron y me empapé completamente mientras volvía. Al principio cuesta animarse a salir, pero los que me conocen saben que amo mojarme con lluvia; y obviamente hoy no fue la excepción.
Mi paraguas celeste con flores blancas, que es tan característico y uso tan pocas veces en el año, me protegía la cabeza, pero el viento hizo que te mojara la ropa inevitablemente. Y mientras evitaba los charcos me acordé de la felicidad de usar botas de agua cuando era chica, y mi mami siempre recomendando que no saltemos en los charcos. Y es que salpicar a los amigos y mojarse los zapatos debe ser uno de los placeres de la infancia.
Sólo me faltan las sopaipillas y esto sería la tarde lluviosa perfecta.
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