Anoche sentía que no podía respirar. Hacía la mecánica con mi diafragma, sentía que se expandían mis costillas, pero no notaba que el aire entrara.
No era como si me estuviera ahogando, sabía que en realidad respiraba, que todo estaba en mi cabeza, y me empezó a arder algo. Dudé en decidir si estaba teniendo un ataque de pánico, crisis de angustia u otra situación; me di cuenta que el nombre del evento no cambiaba el tener que actuar. Pensé en despertar a alguien, pero supuse que a nadie le hace gracia enfrentarse a una crisis a las 3:15 de la madrugada y que de todas formas en alguna parte de mi mente estaba la solución; pero que tenía que ser rápido que ya estaba pasando el tiempo (todo esto se lee largo, pero fueron sólo pocas inspiraciones).
Me acordé que hace tiempo leí de alguien que le había pasado lo mismo y se tranquilizó cuando la hicieron mentalizarse en una cabaña en los montes cerca de un lago de aguas claras, frías y tranquilas. Intenté pensar en ese lago pero no pasaba nada; luego me imaginé sumergida en el agua, el frío, la calma... seguía sin respirar. Y sin saber de dónde pensé en una playa, arena cálida y suave, el sol sobre mi piel y los pies acercándose al mar, casi sentía la arena.
El aire volvió a circular, mi pulso se normalizó, me tranquilicé y volví a la cama. Pensé un poc más en la arena hasta que me dormí.
Definitivamente, soy una persona de playa
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