“Un
día vi una vaca vestida de uniforme” dice
el profesor de matemáticas, con su nariz grande, su tremenda
barriga, sus ajustados pantalones y sus regordetas manos que golpean
la pizarra con el plumón, achatándoles la punta; de seguro en dos
semanas más va a tener que comprar uno nuevo. “Apréndanse
esto y no tendrán problemas para la prueba...”
dice mi profesor de matemáticas y sigue hablando con su mirada
suplicante aunque yo ya no escucho. ¿Pero qué le pasa? ¡Una vaca!
Y vestida de uniforme. A veces creo sentir el mismo dolor que siente
él en la sala de clases, se le nota desde que cruza la puerta. Veo a
la gente pasar en-piloto-automático-estado-zombie (como me gusta
llamarlos), tratando de salvar el día (o de que termine luego, al
menos). Veo a mi madre llegar cansada todos los días (nunca la veo
irse), no veo a mi padre por ningún lado, y veo a mis demás
compañeros, como yo, con los ojos abiertos pero absortos en las
inmensidades de quizás quién sabe qué. Veamos: La negrita... no sé
si habrá alguna inmensidad ahí dentro precisamente, por ahora lo
único que sé es que nadie le quita los audífonos y se pasa
escuchando canciones-basura-sexuales-denigrantes. ¿Para qué viene
si ya quedó embarazada? ¡Por favor! ¿Nadie le avisó que existían
los condones? Si hasta incluso los regalaron el otro día, en esas
charlitas que vienen a darnos a los niñitos pobres de por acá; la
pobre practicante para asistente social llegó algo atrasada a
decirnos esas cosas, yo diría que atrasada unos cuantos años, pero
al menos sirvió para perder clases. Igual es bueno que venga la
Negra a clases, total, ya estamos terminando cuarto y a fin de
cuentas los profes
siempre logran hacer que alcancen las notas;
¿y
después? desaparecemos y nos fuimos de acá por fin. Ojala que la
pobre negra encuentre trabajo afuera. ¿Ramoncito? Se la pasa con la
pelota todo el día, pelota para arriba, pelota para abajo; dice que
quiere ser futbolista. El otro día fue a la católica a ver si lo
aceptaban, dice que iban muchos cabros
rebuenos
para la pelota, y que si no lo aceptaban se mete a carabineros…
pero igual yo creo que ya está algo atrasado para entrar y que tiene
que estudiar algo, parece, para poder hacerlo: si a carabineros no
entras chuteando la pelotita nada más, o al menos eso dicen. Igual
es triste Ramoncito, el otro día en la micro me regalo un papelito,
dijo que su hermano le dijo que los regalara; y dijo que igual si no
quedaba en nada puro iba a vender papelitos no más, como su hermano;
que era más fácil, que así podía tener más “blin-blin”,
“minitas
ricas”
y “un
buen toco”,
y que “demás
le alcanzaba pa' los broca cochi”.
Ruego a Dios que si llega a tener esa vida Ramoncito, por favor no
tenga hijos. En verdad es triste Ramoncito, con lo bien que juega a
la pelota. El Pelao Fermín, ese sí que sabe, terriblemente
aplicado, eso es tener una abuela preocupada: nunca falta a clases,
siempre lo acompaña caminando y siempre lo espera en la puerta;
siempre le hace comidita rica y no almuerza lo de acá, siempre con
su cajita de mantequilla, el pela’o; y él la quiere mucho parece,
se acompañan mutuamente, me tinca, se cuidan los dos. El pela’o
quiere ser contador, dijo; dijo que no es muy caro y que le gusta,
dijo que va a poner un almacén con su abuela y que va a ser un tipo
de plata. Yo le creo al pela’o, aunque pucha que la sufre: el otro
día la abuela se le cayó y esta semana ha estado llegando solo, el
pela’o. No vaya a ser que le pase algo más grave a la pobre señora
y el “almacencito”
y “la
contaduría”
se queden ahí no más. Él sí que tiene una inmensidad en la que
estar absorto. Además de aprenderse todo, los trabajos de arte le
quedan increíbles. Igual no creo que esté entendiendo esto eso sí:
tratándose de nosotros es como mucho whiskas
pa’ tanto gato tan calleja.
A estos profes
nuevos que llegan motivados es cosa de quedarnos sentados y que se
den cuenta de lo que hay en nuestras cabezas para desmotivarlos, a
este de ahora démosle un mes más y van a ver que sale destruido el
pobre. Aunque el dolor en sus ojos se nota, pero no todos lo ven, en
una sala con 50 alumnos es imposible que todos noten algo; pero yo lo
veo. Ahí está el dolor, paseándose frente a sus ojos, diciéndole
que la corte, que por muy “electivo matemático” que sea esto,
muy lejos no va a llegar. Parece que tan mal hombre no es, pero pucha
que le duele, parece.
“Se
llama mnemotecnia...”
sigue diciendo, “ustedes
se aprenden algo entretenido, como una vaca vestida de uniforme
(sonríe,
para afuera, pero lo hace) lo
relacionan y ya saben más o menos como integrar, después lo van a
entender...”
¿Integrar? ¿Integrar qué? Si para esto primero tenemos que saber
otras cosas, pues hombre, como esas cosas de ecuaciones y eso; esto
creo que lo había escuchado más o menos antes, en la tele no sé
donde. Creo que nadie le aviso al pobre al curso que llegaba y por
eso tanto dolor también, ¿y eso de que después lo vamos a
entender? Eso más que afirmación me suena a una plegaria de
rodillas desde el fondo del corazón. Además que ¿no es ahora
cuando lo debiéramos entender y no después? ¿y cómo lo vamos a
hacer ahora o después si no tenemos idea de nada? No sé, no sé, no
sé, yo creo que éste es uno de los que realmente quería enseñar,
pero se encontró con nosotros, los que queremos calidad en la
educación pero la queremos no más, porque lo que la sociedad nos
echa pa' dentro es cualquier cosa: Que somos pobres, que vivimos en
bloques, que somos flaites, que somos negros y flojos, que nos
dejemos de tirar piedras. ¿Y qué más quieren que tiremos?, ¿ideas?
¿Qué ideas? Si la biblioteca está pelada, con suerte encuentras
libros para la básica. ¿Qué ideas vamos a pensar? Si andamos con
la guata pela' todo el día salvo por el almuerzo que regala el
colegio… y yo no entiendo cómo mi mamá se puede poner gorda puro
tomando té y comiendo pan con na', además que se pasa el día
planchando, caminando casa por casa. Por suerte a las patronas les
cansa planchar.
Ya,
ya, basta; quiero detener esto un momento por favor. Me duele, me
duele mucho y me duele fuerte, me duele el colegio, me duele no
saber, me duele no entender, me duele mi madre, mi duele la negra,
Ramoncito y el Pelao Fermín y su abuela, me duele no creer más en
que puedo estudiar. ¿Y qué hago con este dolor ahora? ¿A quién le
tiro una piedra para detenerlo? Me duele que me usen para levantar
una consigna llena de basura política y que no me enseñen lo que
realmente quiero aprender, porque ya no lo aprendí, porque voy a
tener que trabajar con caca por un moco mínimo de plata. Me duele
porque me buscan los interesados en mí por lo que se me puede
explotar o el voto que puedo dar, pero no en lo que pude llegar a ser
si realmente me hubieran enseñado de chico. Lo que más me duele es
que después de haberme mentido toda la vida, de haberme dicho que
acá me iba a quedar y que nunca iba a salir, al último año llegara
alguien que me dijera todo lo contrario, llegara alguien con libros
propios a compartirlos, llenos de números incomprensibles; y me
dijera que sí puedo pensar y que sí puedo llegar lejos. Me duele
que no hayan más como él por acá, que no hayan más como él en mi
familia. Me duele que me hayan matado por dentro todos estos años,
que todos hayan roto nuestros sueños, y me duele mucho más que me
vengan a tratar de resucitar así sin más, sin aviso ni preguntar,
cuando ya quedan un par de meses para tirarme a lo que sea que hay
afuera, que ya lo tengo clarito, pero que todavía no quiero pensar
en ello. Me duele que sea uno solo el que haya venido, el que haya
entrado acá con el valor de hacerlo, de decirme la verdad y de
confiar en mi; y me duele que sea ahora, y me duele aún más el
saber que si nadie le pegaba al otro viejo de matemáticas, entonces
este otro nunca llegaba. Señores, me duele el alma, o lo que digan
que sea que hay ahí dentro.
“Miren,
para los que quieran, podemos quedarnos una hora más después de
clases...” Todos
se empiezan a reír. No me quiero quedar acá un minuto más de lo
que me obligan, en verdad, muchas gracias pero no; ya es mucho el
dolor, y ni siquiera vagar un rato me lo quita, prefiero irme
derechito pa' la casa. Vámonos todos ahora mejor, que no se note que
queremos ser enseñados pero tenemos miedo de hacerlo, tanto miedo
tenemos que la inercia de nuestro temor nos une a todos y nos lleva
por el camino de no querer hacerlo. Vámonos todos ahora, total lo
que perdemos es no saberlo, ¿y para qué saberlo? Si total, el dolor
ya es tanto que lo que vaya a aprender no lo voy usar para lo que sea
que sirva aunque pueda aprenderlo. Mejor irse ahora, tomar y apagar
tele el viernes, estar en negro el sábado y ver qué pasa el domingo
para volver el lunes a lo que sea, da igual, mientras mamá plancha
como loca sin parar y busca cualquier cosa para hacer monedas y yo
estoy solo donde sea.
“Un
día vi un buen hombre entrar por las puertas de este colegio”
Dice el director, viejo desgraciado, cínico e hipócrita... mala
leche no
más,
como si él no supiera lo que pasa acá todos los días.
“Un
día vi al amor de mi vida enseñar y me enamoré de él hasta hoy”
Dice su esposa y rompe en llanto mientras se levanta el cura y dice
unas palabras sobre la muerte y el dormir y el descanso y de algún
dios que haya por ahí, pero que clarito que por acá no está.
Dijeron
que fue el viernes, que parece que alguien sí se quedó. Dijeron que
mientras le enseñaba vio el estuche y se dio cuenta de los
papelitos. Dijeron que dijo que no podía quedarse haciendo nada,
dijeron que pensó que lo mejor era ayudarlo ahora-ya a dejar que
pase más tiempo, y que decidió acompañarlo a su casa. Dijeron que
Ramoncito no quería, pero que su afán y vocación por resucitar el
alma y sacarnos de este suplicio fue mucho más fuerte. Dijeron que
él dijo que a veces enseñar los números dentro de una sala de
clases no basta y que aunque él no tenga que hacer el trabajo que
hay fuera de una sala, si nadie lo está haciendo entonces se iba a
arremangar la camisa igual y lo iba a hacer porque sabía que alguien
tiene que hacerlo. Dijeron que no llamó a carabineros. Dijeron que
llegó a la casa y entró sin tocar. Dijeron que el hermano de
Ramoncito estaba con sus amigos y que le preguntó a Ramoncito “¿y
quién es este?”. Dijeron que alcanzó a decir la primera idea, y
nunca más volvió a hablar. Dijeron que el ataúd se iba a quedar
cerrado y que la foto esa era para verlo por última vez, porque no
quedó muy bien que digamos cuando todos saltaron sobre él. Todo eso
lo dijeron y lo escuché al paso, pero yo no vi ni supe nada hasta
hoy. Lo que sí sé es que nadie sabe nada de Ramoncito, ojala ande
con su pelota para que no esté solo. Lo que también sé es que no
importa cuanto hayan dicho, él ya hizo mucho más en todos de lo que
muchos han querido hacer sin esforzarse por hacerlo.
Me
dolió mucho saberlo, y mucho más aún después de que me haya
resucitado. El único en 12 años que en una semana de clases fue
capaz de hacerlo. Me dolió tanto que ya no pienso esperar más. No
puede ser que sea el único y que se haya ido. Ya no importa cuantas
cosas me hayan dicho, ni me importa dónde nací, cómo crecí y
cuanto no aprendí, ni cuantos quieran abusar de mi o me quieran
explotar. No voy a dejar que esto vuelva a pasar. Después de tanto
dolor voy a ser alguien que con dolor en mis ojos, como los de él,
se dedique a resucitar con esperanza. Yo también quiero ser un
hombre que un día se disfrazó de vaca, se vistió de uniforme, se
preocupó y se esforzó y, con mucho dolor, resucitó a alguien que
la realidad cruelmente asesinó. Y de alguna manera, le voy a
devolver el favor, porque lo voy a resucitar en mi.