No-balance de des-propósitos

Empezó agosto, mes de los gatos, mi mes. Terminamos la primera mitad del año y el periodo de finales de invierno... y yo postergué mi balance lo más que pude. Antes hacía revisiones de medio año para ver como se estaban cumpliendo mis objetivos para el año así diciembre no me tomaba por sorpresa y podía mejorar mi estrategia si correspondía; ahora que no tengo objetivos para el año es como sinsentido hacer balance, pero no pierdo la costumbre.

Dado que este año muchas decisiones había que tomarlas luego que intervinieran factores ajenos a mi, podría decirse que fue una larga espera. Descubrí cosas poco agradables acerca de mí y una fuerza no vista habitualmente.

Las situaciones que no cambian y los despropósitos que no se cumplen siguen estando ahí: no me inscribí al gimnasio, no tomé clases de canto; dormí menos horas de las correspondientes y no en los momentos que se supone; dejé proyectos a medias, no terminé los pendientes y aún así empecé otros; leí toneladas de insustancialidades, los días que fui puntual no hacen suponer ninguna tendencia de cambio en mi crono-agnosticismo y aprendí a despreocuparme del caos que me rodea;conseguí ahorrar, pero nunca faltaron las buenas excusas para interrumpir el proceso; mi acidez natural sigue fluyendo para deleite de quienes me rodean y quieren por mi misma.

¿Puntos a favor? Pude ver la intervención de Dios cuando le cedí el control, disfruté detalles pequeños y no tanto, mi pastelera interior afloró en una invasión de muffins.

Y aunque sigo sin saber que me depara el fin de año, mucho menos los años próximos, estoy decidida a disfrutar mi tiempo. Y quien sabe, en una de esas aún estoy a tiempo de entrar al gimnasio.